Después de apuntarnos una langosta para cenar nos fuimos al día siguiente en autobús a Cienfuegos
fuimos a nuestra residencia y a patear un poco el lugar, tiene un malecón, bueno el mejor que he visto en Cuba. Aunque no tenga el renombre del de la Habana
Como vimos una heladería Coppelia, no me quedó más remedio que intentarlo, así que esperé la cola para probar esos helados tan famosos en el mundo. Son buenos, pero como es un dulce para los cubanos, tiene su precio y eso es increible. Esto es un plato sopero con cucharas soperas y 6 bolas del helado del día con su espolvoreado por encima, unos 25 céntimos si lo pagas en su moneda.
Como en todas partes, miseria no se ve por ninguna parte, pero abundancia tampoco. Lo que sí está claro es que de estrés no se van a morir. En todas las casas que visitamos tenían una persona para poder aguantar el tirón de un huesped y no agobiarse mucho. Todas tenían mecedoras en el porche y no estaban de adorno, amortizándolas rápidamente.
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